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‘Al Sisi nos usa para intimidar a la población y poner a prueba los límites de Occidente’
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‘Al Sisi está radicalizando Egipto. Los políticos españoles deberían entenderlo’
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“Si se siente bajo presión, el régimen podría ejecutar a algunos líderes de los Hermanos’
A Emad Shahin, un reputado profesor de Políticas de la elitista Universidad Americana de El Cairo, le cuesta aún creer que un tribunal egipcio le haya enviado al cadalso en compañía del ex presidente Mohamed Mursi y la cúpula de los Hermanos Musulmanes. “Me entristece ver la situación del poder judicial en Egipto. Se ha convertido en la herramienta de un represivo régimen militar para eliminar a la oposición política”, relata a EL MUNDO Shahin desde su exilio estadounidense, donde imparte clases en la Universidad de Georgetown.
Ayer, una corte penal de El Cairo ratificó la pena capital contra él y otras 15 personas por urdir “la mayor conspiración de la Historia del país”. Entre los condenados, figuran el ‘número dos’ de la HermandadJairat el Shater y sus dirigentes Mohamed el Beltagui y Esam el Erian. Otros 18 acusados, entre ellos Mursi, recibieron la cadena perpetua.
El ex mandatario, sin embargo, no se libró de la pena capital dictada el mes pasado por su huida de la cárcel durante las primeras jornadas de las revueltas que en 2011 jubilaron a Hosni Mubarak. En una sesión celebrada también ayer, la corte confirmó su sentencia y la de otros 99 acusados, entre los que se halla el guía de la cofradíaMohamed Badía -con dos condenas a muerte previas- y los prebostes de la organización Saad el Katatni, Rashad el Bayumi y Esam el Erian. Ni siquiera la amplia repulsa internacional que ha suscitado el caso fallo hizo vacilar a los togados.
‘Sentencias politizadas’
“Son sentencias completamente politizadas que demuestran un total desprecio al Estado de derecho”, señala Shahin, que abandonó la tierra de los faraones en enero de 2014 tras ser testigo de un perturbador incidente. “Nunca me arrestaron pero una madrugada de enero un batallón de la policía llegó a mi casa. Ese mismo día me marché del país aprovechando un viaje de trabajo y desde entonces no he regresado”, cuenta el académico, que nunca ha ocultado su rechazo al golpe de Estado que en julio de 2013 desalojó de palacio a Mursi e inauguró una brutal represión.
En un encendido alegato previo al veredicto, el presidente del tribunalShaaban al Shami acusó a Shahin y al resto de condenados de “espiar para avanzar en los diabólicos objetivos” de la Hermandad en connivencia con Hamas, Hizbulá y la Guardia Revolucionaria iraní. Según la fiscalía, el plan consistía en “perpetrar actos terroristas en el país, filtrar secretos de Estado a países extranjeros y financiar el entrenamiento de terroristas”.
“¿Por qué estoy yo en el juicio y por qué esta sentencia contra mí? Entré en ‘shock’ al ver mi nombre en este caso”, admite el analista. “He sido siempre -replica- una voz independiente centrada en mi labor académica pero desde la asonada he denunciado el sangriento desalojo de las protestas opositoras, el arresto de disidentes y el uso de la violación como arma del Estado”. Una posición incómoda a la que no renuncia desde su destierro, consciente -apostilla- de que miles de egipcios no han corrido la misma suerte.
659 penas capitales
“Al Sisi es más autoritario que Augusto Pinochet. En dos años ha conseguido lo que el chileno tardó 16 años: 3.000 muertos y más de 40.000 encarcelados”, indica Shahin, a quien su inesperado calvario le ha concedido la oportunidad de conocer los entresijos del controvertido sistema judicial egipcio, que el año pasado despachó 659 penas capitales. “Este régimen está actuando de un modo irracional al tratar con la oposición”, advierte.
“Solo soy uno de los 100 condenados. Se trata de un proceso a gran escala que ni siquiera es legal. Son cargos imprecisos y fabricados, la fórmula a la que recurren todos los regímenes dictatoriales”, arguye el profesor. Los veredictos dictados ayer, que afectan al núcleo duro de la Hermandad, pueden ser recurridos. Además, según la legislación egipcia, quienes han sido juzgados en rebeldía tienen derecho a que se reabra el proceso si regresan. Sin embargo, en opinión de Shahin, el severo castigo envía un mensaje: “Al Sisi nos está usando con varias finalidades: intimidar a la población, poner a prueba los límites de los países occidentales y saber lo lejos que puede llegar erradicando a la disidencia”.
Tampoco descarta el profesor que algunos líderes de la agrupación islamista terminen alcanzando el patíbulo. “Es muy posible. Es difícil predecir las acciones de este régimen pero Al Sisi ha construido su razón de ser en la erradicación de los Hermanos. Es probable que, si se siente bajo presión, ejecute a alguno de los condenados para aumentar su apoyo y satisfacer el creciente sentimiento de venganza. No tiene otra opción. Está atrapado en su propio dilema”, asevera inquieto por las cicatrices del país. “Lo que realmente me aterra es el daño que Al Sisi ha causado al tejido social. Hay una sociedad profundamente herida y un estado general de desconfianza, odio y polarización”, enumera antes de recetar el remedio. “Egipto -indica- necesita apertura y algún tipo de reconciliación. Al Sisi es un fascista que promueve el culto a su figura y el ultranacionalismo”.
El proceso y sus retrocesos
Desde su refugio estadounidense, el académico confía en una nueva primavera. “Soy optimista. La revolución es un proceso muy largo en el que a veces se producen retrocesos pero las cosas jamás pueden ser como antes. En Egipto acaba de empezar y, aunque quiera, el Estado no se puede comportar como si no hubiesen transcurrido 60 años. A pesar del dinero de saudíes y emiratíes y el respaldo occidental, la maquinaria de represión acabará derrumbándose y los egipcios se darán cuenta de que merecen una vida mejor que una existencia aplastada por el control castrense”, aventura con un último recado a quienes desde Europa basan su apoyo al mariscal de campo en lucha contra el yihadismo.
“Al Sisi está ayudando al proceso de reclutamiento de militantes del Estado Islámico. Su régimen anima el discurso de todos los extremistas que no confían en la democracia. Cuando Al Sisi usa la violencia, genera violencia. Los políticos españoles deberían entender esto. El mariscal está radicalizando mi país”.
Source: El Mundo